Las defensas no son involuntarias
- Iciar Piera

- 24 sept
- 2 Min. de lectura
La enfermedad es una defensa contra la verdad.
Cuando leo esta lección del Curso, siento que Jesús me está mostrando algo muy íntimo: la enfermedad no es un castigo ni algo que simplemente “me pasa”, sino una decisión de mi mente tomada a una velocidad tan grande que parece inconsciente.
No significa que deba sentir culpa por lo que experimento, sino que se me está enseñando dónde está mi poder.
La enfermedad, en la visión del Curso, es una defensa. Una manera en que el ego dice:
Mira lo frágil que soy, lo débil que es mi cuerpo. No me pidas que recuerde que soy el Hijo de Dios ahora. Necesito que el mundo me cuide, que los demás me vean y me confirmen que soy un cuerpo.
El ego utiliza el cuerpo para protegerse de la Verdad, porque si recordara que soy Espíritu, dejaría de existir.
Por eso elige el dolor, el cansancio, la enfermedad: porque así mantiene mi atención en el cuerpo y lejos del Amor.
Pero entonces llega esta lección, que es pura liberación:
“La enfermedad es una defensa contra la verdad.”
Eso significa que la enfermedad no es algo que me ocurre sin mi control: es algo que he elegido (muy rápido, como mente) para mantener mi identidad separada.
Y si lo he elegido, puedo elegir de nuevo.
Aquí es donde entra la indefensión.
La indefensión es la medicina más profunda: es el momento en que dejo de usar el cuerpo como un escudo.
Digo:
Jesús, no necesito esta defensa. No necesito usar mi cuerpo para esconder mi miedo. Prefiero la Verdad.
Cuando elijo la indefensión, no necesariamente desaparece el síntoma de inmediato, pero algo en mí se suelta. La mente deja de estar en guerra, y en ese espacio el cuerpo tiene permiso para sanar.
La indefensión es un descanso para el alma.
Es dejar que la Gracia se ocupe de todo, incluso de la sanación.
Y en ese descanso, descubro que la salud no es la ausencia de síntomas, sino la ausencia de miedo.
Feliz día.
Iciar





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