Quiero ver el mundo de Dios

Hoy quiero ver el mundo de Dios.

No el mundo de las noticias, ni el de mis juicios, ni el que mi mente fabrica cuando se olvida de la paz.

Quiero ver ese otro mundo, el real.

El que está detrás de todo ruido y debajo de todo miedo.

Jesús lo llama el sueño feliz, y no porque esté lleno de circunstancias perfectas, sino porque en él no hay interpretación.

Es el mismo mundo —las mismas calles, las mismas personas— pero visto con otros ojos.

Los ojos del Amor.

El mundo del ego es el mundo de la comparación, de la dualidad, del “esto sí, esto no”, del “cuando esto cambie, seré feliz”.

Pero el mundo de Dios no espera.

Es ahora.

Está aquí.

Y solo requiere una cosa:

tu deseo de verlo.

“Quiero ver el mundo de Dios” no es una frase poética.

Es una elección.

Es decidir soltar la historia que cuentas sobre lo que ves y dejar que el Amor te muestre otra versión.

Una versión donde la inocencia no se ha perdido, donde cada rostro brilla con una luz que no depende del tiempo, y donde todo lo que parecía separado se une en un solo latido.

El mundo de Dios no está lejos.

Aparece cuando dejas de buscarlo.

Surge cuando no estás intentando arreglar el que ves.

Cuando simplemente dices:

“Muéstrame Tu mundo.”

Y entonces lo reconoces en lo más cotidiano:

en una mirada amable,

en una taza de té,

en la quietud entre pensamientos.

Hoy quiero ver el mundo de Dios.

Y sé que para verlo no tengo que ir a ningún sitio, solo recordar Quién lo creó.

Y en esa memoria… todo vuelve a brillar. ✨

Feliz día.

Iciar