Deseo la paz de Dios
- Iciar Piera

- 5 oct
- 1 Min. de lectura
Esta lección del Curso es como un espejo en el que mirarse con total honestidad. Jesús nos dice que no basta con pronunciar estas palabras: “Deseo la paz de Dios”. Es necesario preguntarnos si de verdad lo deseamos y si lo deseamos sin excepciones.
Porque si la paz de Dios es lo único que quiero, entonces no deseo nada más. No quiero tener razón, no quiero defender mi imagen, no quiero vengarme, no quiero controlar. Quiero la paz, y punto.
Aquí se revela algo precioso: la paz no es algo que yo tenga que fabricar o conseguir; ya está en mí, como mi herencia natural. Lo único que la oculta es mi deseo de otras cosas: tener razón, ganar, ser especial, defenderme.
Por eso esta lección se enlaza directamente con la indefensión. Porque solo cuando suelto todas las otras metas (el ataque, la defensa, la justificación, la comparación), puedo descansar en la paz que ya es mía.
La paz de Dios no se mezcla con nada. No admite condiciones. Es radical, total, perfecta. O la quiero toda, o no la quiero en absoluto.
Y aunque el ego se resista, hay en nosotros una parte que reconoce que este es el único deseo real. Que todo lo demás es una distracción.
Repetir hoy: “Deseo la paz de Dios” es como desnudar el corazón de excusas y entregarlo entero. Es decirle a Jesús:
✨ “No quiero nada más que recordar mi inocencia y descansar en Ti.”
Y en ese deseo sincero, incluso aunque parezca frágil, la paz responde. Porque nunca se había ido; solo esperaba que la eligiéramos de nuevo.
Feliz día.
Iciar.





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