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  • Foto del escritorIciar Piera

Hay un milagro en esto




Estas últimas semanas mi lección es ver el milagro en todo.


Hace unos días compartía la frase de Einstein que decía que hay dos maneras de ver el mundo, como si nada es un milagro, o como si todo es muy milagro.


Esa frase ha estado viniendo a mi mente una y otra vez.


El Curso de Milagros dice que "detrás de toda situación de aparente conflicto hay un milagro al que tengo derecho".


Dice también que "visto correctamente esto (lo que sea que parezca estar alterando mi paz) me ofrece un milagro".


Así que ver todo como un milagro es posible.


Ese es el objetivo del Curso, ser un "Obrador de Milagros".


Consagrar el día a los milagros.


A experimentar milagros.


Hoy decidí salir a dar un paseo, hacía buena temperatura y pensé en acercarme hasta el parque del Retiro, en Madrid.


Me encanta pasear por sus caminos, especialmente por aquellos que no están tan concurridos.


Para mí es una meditación.


Así que pensé en disfrutar de un paseo ya que hacía más de un mes que no lo visitaba.


A medida que me aproximaba me extrañó no ver gente ya que suele estar bastante concurrido, especialmente en fin de semana.


Cuando llegué a la puerta vi que estaba cerrado debido a la necesidad de acondicionarlo tras los últimos acontecimientos climatológicos en Madrid.


Desde fuera todavía se veían un montón de arboles caídos, y ramas arrancadas por el peso de la nieve que cayó hace unas semanas, y el viento de los últimos días.


Cuando vi que el parque estaba cerrado sentí una emoción de decepción, ya me había hecho a la idea de que iba a disfrutar de un paseo y además no se encuentra precisamente cerca de mi casa.


En el momento en que sentí esa sensación, inmediatamente a mi mente vino el pensamiento de:


Hay un milagro en esto.


Entonces apareció una sonrisa en mi cara, y la decepción desapareció.


Recordé que mi emoción no depende de nada de lo que ocurra, no depende de que el parque esté abierto o no, mi experiencia es simplemente el efecto de mi manera de mirar esa situación.


Y sólo hay dos maneras de percibir cualquier situación que se presente:


1) Como un "problema".

2) Como un "milagro".


En todo momento siempre estoy contestando a esta pregunta en mi mente:


¿Quiero problemas o quiero milagros?


Seguí caminando y me apetecía un café, internamente pensé que sería bueno encontrar una cafetería donde poder sentarme un rato.


No había dado dos pasos cuando mi mente se dirigió hacia la izquierda y vi que ponía: "Specialty Coffe".


Entré en la cafetería y había un gran sofá vacío que me invitaba a sentarme.


¡Qué suerte había tenido!, pensé.


Un plan perfecto ya que llevaba un libro en mi bolsa en el que estaba deseando sumergirme.


Mientras me dirigía a la barra a pedir mi "capuchino" entró una pareja que al ver el sofá vacío se dirigió ni corta ni perezosa a ocupar ese espacio.


En ese momento noté una emoción de enfado, pensamientos de ataque a mi misma por no haber dejado mi abrigo ocupando el sitio, pensamientos de ataque a esa pareja por no preguntar ya que yo estaba primero.


Y en ese instante volvió a surgir el pensamiento:


Hay un milagro en esto.


Y volví a sonreír.


El enfado se disolvió.


No sentí el decir nada, cogí el café y me senté en una barra de la ventana mientras ellos disfrutaban del sofá.


Mientras estaba en la barra de la ventana reflexionando acerca de estas dos experiencias pensé en los planes del ego y los planes del Espíritu.


Yo pensé que había ido a la cafetería para tomar un café, y disfrutar de una rato de lectura sentada cómodamente en un sofá, pero el propósito del Espíritu, de Jesús, era el milagro.


El propósito de Jesús siempre son los milagros.


Su propósito es nuestra felicidad, no la felicidad del ego condicionada, sino la verdadera felicidad que no depende de nada externo.


Si hay miedo en la mente, no puedo ser feliz, así que cuando el miedo sale a la superficie es una oportunidad para ser feliz.


Porque ese miedo ya estaba ahí, la situación sólo lo activó.


Y esa fue mi experiencia.


Mientras estaba en la cafetería reflexionando sobre estas experiencias me sentía tan feliz que no podía parar de sonreír.


Había una alegría profunda que no podía contener.


Al salir tuve la certeza de que en el fondo yo no tenía que sentarme en el sofá, ellos tenían que sentarse.


Fue algo tan claro que en ese instante comprendí que nunca hay errores.


Lo que considero un "error" no es más que un milagro que no he aceptado.


Una oportunidad para ser feliz que no he reconocido.


Lo maravilloso es que no importa que hayan pasado años por ejemplo desde que sucedió algo a lo que todavía me sigo aferrando, algún momento en que pensé que podría haber actuado de otra manera, o que alguien debería de haber actuado de otra manera, alguna situación de la que me arrepiento, o donde me sentí atacada, o injustamente tratada, el milagro no se encuentra regido por las leyes del tiempo y del espacio así que puedo elegirlo ahora.


Aunque esa persona ya no se encuentre en la tierra, o ya no tenga contacto con ella, puedo elegir el milagro en este mismo instante, y dejar ir mis resentimientos.


¿No es esto increíble?


Es un regalo.


La puerta a nuestra felicidad está siempre abierta.


Esa invitación está siempre presente.


Puedo ver como el día se transforma desde esta visión centrada en los milagros.


Esperar a esas tentaciones del ego con una actitud abierta porque son oportunidades para el milagro.


Para liberar el miedo en la mente.


Para dar la bienvenida al amor.


Ese es mi propósito para este año, mantenerme alerta a esas oportunidades y recordar siempre que no esté percibiendo amor que:


Hay un milagro en esto.


Gracias por acompañarme en este propósito.


Iciar.


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