La indefensión le abre la puerta a la visión
- Iciar Piera

- 12 oct
- 2 Min. de lectura
La mente que ya no necesita defenderse puede ver.
No ver en el sentido de los ojos del cuerpo, sino en el sentido del corazón, en el sentido del alma que recuerda.
Cuando vivimos a la defensiva, cuando respondemos al mundo desde la vigilancia, el juicio o el miedo, nuestra mirada se estrecha. Nos protegemos de lo que creemos que puede herirnos, y en ese gesto, cerramos la puerta a la visión.
Porque defendernos es afirmar que existe algo externo que puede dañarnos; es reforzar la creencia en la separación.
Pero cuando bajamos las armas —cuando soltamos la necesidad de justificarnos, de convencer, de ser comprendidos o de controlar— algo silencioso y luminoso ocurre.
En ese instante de entrega, la mente se vuelve transparente. Y en esa transparencia, la Luz entra.
La indefensión no es debilidad; es fortaleza en su forma más pura. Es la confianza absoluta de quien sabe que está sostenido por el Amor. Es el descanso de quien ya no necesita protegerse porque ha recordado que nada real puede ser amenazado.
Ver correctamente es ver desde esa quietud, desde ese espacio sin miedo.
Es mirar una situación que antes parecía injusta y percibir en ella una oportunidad para perdonar.
Es mirar a alguien que parecía “otro” y reconocer que en realidad somos uno.
Es mirar un conflicto y sentir que, detrás de las apariencias, solo el Amor está presente.
La indefensión le abre la puerta a la visión porque nos devuelve al lugar donde no hay ataque posible.
Y desde ahí, todo se ve distinto: los rostros se suavizan, las palabras se vuelven innecesarias, y lo que antes dolía empieza a disolverse, como un sueño que pierde fuerza al despertar.
Cada vez que recuerdes que no tienes nada que defender, algo en ti abrirá los ojos de nuevo.
Y verás —quizá solo por un segundo— la Paz que siempre estuvo ahí, esperándote.
Feliz día.
Iciar





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