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La indefensión ni es pasividad

  • Foto del escritor: Iciar Piera
    Iciar Piera
  • 24 sept
  • 1 Min. de lectura

Cuando Un Curso de Milagros dice “en mi indefensión radica mi seguridad”, a la mente le puede sonar a rendición pasiva, a resignarse, a dejar que el mundo te pase por encima.


Pero no es eso.


La indefensión no es no hacer nada.


Es dejar de reaccionar desde el miedo.


Es permitir que tu respuesta nazca desde un lugar de paz, y no desde la urgencia de controlar o castigar.


Pasividad es mirar hacia otro lado y tragar con lo que duele.


Indefensión es mirar de frente, reconocer lo que sientes y entregar el miedo para que sea transformado.


La pasividad nace del miedo a actuar.


La indefensión nace de la certeza de que ya estás a salvo.


Cuando eliges indefensión:


  • Sigues pudiendo hablar, poner límites, expresar lo que necesitas.

  • Pero lo haces sin atacar, sin vengarte, sin convertirlo en una guerra.

  • Y si no dices nada, no es porque tengas miedo, sino porque tu silencio es una elección consciente, no una sumisión.


La verdadera indefensión es activa:


Requiere presencia, vigilancia de tus pensamientos y voluntad de entregar cada impulso de ataque.


No es debilidad, es fortaleza interior.


Jesús no te pide que soportes el ruido, la injusticia o la falta de respeto.


Te pide que primero recuperes tu paz interior.


Y desde ahí, si hay algo que expresar o hacer, que lo hagas en alineación con el Amor y no con el miedo.


Por eso la indefensión es poderosa:


porque no se queda inmóvil, pero tampoco se deja arrastrar por el impulso de atacar.


Feliz día.

Iciar

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