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La indefensión no es pasividad, es descanso

  • Foto del escritor: Iciar Piera
    Iciar Piera
  • hace 2 horas
  • 2 Min. de lectura

Durante mucho tiempo confundí la indefensión con la debilidad. Pensaba que si no me defendía, si no respondía o no me protegía, los demás pasarían por encima de mí. Que si no decía nada, me anularía. Que si bajaba la guardia, me harían daño.


Pero Jesús nos enseña que la indefensión no es rendición ante el mundo, sino rendición ante Dios.


No es pasividad, sino confianza.


No es resignarse, sino descansar en la certeza de que el Amor lo sostiene todo.


La defensa nace del miedo.

La indefensión, de la fe.


El ego vive en estado de alerta: siempre preparado para atacar o justificar su postura. Pero ese estado de tensión constante es precisamente lo que nos separa de la paz. Cuando elegimos la indefensión, dejamos de sostener el mundo con nuestras propias fuerzas y nos abrimos al poder que no es de este mundo.


La indefensión no es quedarse quieto sin hacer nada.


Es actuar desde la quietud, no desde la reacción.


Es permitir que la guía interior marque el paso, en lugar del impulso del miedo.


A veces, ese descanso se siente como una pausa.


Una respiración antes de contestar.


Una mirada más suave hacia quien parece ofendernos.


Un silencio que contiene más verdad que mil palabras.


Es el descanso de quien recuerda:


“No tengo que protegerme, porque nada real puede ser amenazado.”

En ese espacio, las situaciones pierden su carga. Los conflictos se disuelven. Y aparece una nueva manera de responder, más simple, más limpia, más verdadera.


La indefensión es el descanso del alma cuando por fin suelta las armas y recuerda que el Amor ya ha vencido.


No hay nada que temer, porque nada necesita defensa.


Y ese descanso… es el principio de la visión. 🌸


Feliz día.

Iciar

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