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No necesito nada más que la verdad

  • Foto del escritor: Iciar Piera
    Iciar Piera
  • 30 sept
  • 2 Min. de lectura

El ego vive de convencernos de que necesitamos algo más:

más reconocimiento, más seguridad, más control, más explicaciones, más defensas.


Siempre hay una carencia que cubrir, un vacío que rellenar, un miedo que tapar.


Pero cuando hoy repito: “No necesito nada más que la Verdad”, algo dentro de mí se aquieta.


Porque la Verdad no cambia, no depende de nada externo, no está sujeta a las fluctuaciones del tiempo ni a los caprichos del mundo.


La Verdad es que sigo siendo tal como Dios me creó. Y eso basta.


El ego me dirá que sin mis defensas quedaré expuesta, que necesito protegerme para no sufrir. Pero es exactamente lo contrario:

es con mis defensas cuando sostengo el dolor.


Es con mis defensas cuando mantengo la tensión.


Es con mis defensas cuando refuerzo la creencia en mi vulnerabilidad.


La indefensión no es pasividad, es descanso. Es abrir las manos y dejar de sostener aquello que no necesito. Es permitir que la Verdad me sostenga en lugar de intentar sostenerme yo sola con los frágiles recursos del ego.


Cuando digo:


✨ “No necesito nada más que la Verdad” ✨


estoy reconociendo que no necesito justificarme, ni explicar, ni resistir, ni controlar. Todo eso son sustitutos. Todo eso son intentos de llenar con ilusiones lo que ya está lleno de Amor.


La indefensión es el estado natural del Hijo de Dios. No porque no haya nada contra lo que defenderse, sino porque en la Verdad jamás hubo ataque. Lo único que necesito es recordar esto. Y al recordarlo, el miedo pierde su base.


Cada vez que el ego me susurre que necesito algo más —otra reacción, otra palabra, otra defensa— puedo parar, sonreír y responder:


“No. No necesito nada más que la Verdad.”


Y en ese instante regreso al hogar, a la paz que no depende de nada y que nunca se ha ido.


🌸 Ejercicio de práctica: soltar la defensa y volver a la Verdad.


  1. Detente un momento


    Cuando notes tensión, incomodidad o ganas de defenderte, pon una mano en el pecho y respira hondo.


  2. Reconoce el impulso


    Date cuenta: “Aquí está el ego intentando protegerse, intentando sostener su miedo.”


  3. Pronuncia la frase

    Internamente repite con calma y firmeza:


    “No necesito nada más que la Verdad.”


  4. Imagina soltar


    Visualiza que lo que intentabas defender cae de tus manos, como si soltaras un peso innecesario.


  5. Permite el descanso


    Quédate unos segundos en silencio, dejando que la paz te envuelva. No fuerces nada. Solo descansa.


  6. Elige de nuevo


    Termina el ejercicio con una pequeña sonrisa y di:


    “Elijo la indefensión. Estoy a salvo en la Verdad.”


Este ejercicio es muy breve, pero funciona como un recordatorio vivo de que no hay nada que sostener fuera de la Verdad.


Feliz día.

Iciar

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