Nunca estoy disgustado por la razón que creo.
Estoy disgustado, enojado, triste, ansioso, preocupado, desesperado, porque quiero ser "yo" y no "Yo".
Este pensamiento debería pararnos en seco cuando experimentamos cualquier clase de disgusto, por pequeño que sea.
Ese es el primer paso del perdón, reconocer la falta de perdón. Reconocer que estoy de la mano del ego. Que estoy juzgando lo que "parece" suceder desde la visión de la separación.
Si recuerdo que "nada significa nada" mi disgusto no puede proceder de lo que me has dicho, de tu comportamiento, del exterior.
El mundo no puede ser su causa porque el mundo es un efecto, y lo que es un efecto no puede ser causa.
La causa está en mi decisión de estar molesto, disgustado, enojado, triste, ansioso.
Cuando surge la reacción, la contracción, el malestar, es bueno tener presente este pensamiento:
♡Nunca estoy disgustado por la razón que creo♡.
Estoy disgustado porque quiero estarlo, porque eso valida mi individualidad.
Estar disgustado es arrogancia. Es decirle a Dios, a Jesús, que están equivocados porque ellos sólo me conocen en paz. Como perfecto Espíritu.
No es debilidad.
Es la rabieta de un niño al que no se le da lo que desea.
Ser consciente de esta dinámica y perdonarnos, no juzgarnos, por ella es la base del perdón.
Este pensamiento detiene la proyección en seco, devuelve la causa a la mente, y nos regala la oportunidad de elegir de nuevo.
Porque la elección está en la mente.
No puedo elegir algo diferente ni no soy consciente de que ya he elegido.
Feliz día.
Iciar
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