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Pongo el futuro en Manos de Dios

  • Foto del escritor: Iciar Piera
    Iciar Piera
  • 1 oct
  • 2 Min. de lectura

Cada vez que me detengo en esta lección, siento un alivio profundo. Es como si la mente, cansada de cargar con planes, estrategias, miedos y defensas, por fin pudiera soltarlo todo y descansar.


El ego vive obsesionado con el futuro. Dice:


  • “¿Y si mañana me falta algo?”

  • “¿Y si las cosas no salen como espero?”

  • “¿Cómo puedo protegerme de lo que pueda pasar?”


Y así fabrica un sinfín de defensas: control, tensión, preocupación, intentos de prever cada escenario. Todo para sostener la ilusión de que el futuro depende de mí y de mi esfuerzo.


Pero esta lección nos recuerda algo muy diferente: el futuro no es mío, es de Dios.


Cuando digo: “Pongo el futuro en manos de Dios”, estoy renunciando a la carga del control.


Estoy diciendo:


“Confío en que ya se me ha dado todo lo que necesito. No tengo que prever, ni defenderme, ni prepararme para un ataque que no existe. Estoy a salvo ahora.”

Y aquí entra la conexión con la indefensión.


La indefensión no es pasividad, sino confianza. Es la certeza de que no hay nada que temer, y por lo tanto, nada que preparar.


Mientras que el ego cree que necesita armarse contra un futuro incierto, el alma sabe que está sostenida, guiada y cuidada en todo momento.


Poner el futuro en manos de Dios es el gesto de la indefensión en su máxima expresión. Es sonreír ante lo desconocido, porque lo que viene no puede ser otra cosa que amor.


Desde ahí, el presente se abre luminoso. El futuro deja de ser un fantasma que roba tu paz, y se convierte en un espacio santo que ya está resuelto.


Lo único que se nos pide es confiar.


Hoy, cada vez que la mente corra hacia el miedo del mañana, podemos recordarle suavemente:


✨ “No necesito defenderme. El futuro ya está en manos de Dios. Y en Sus manos, todo es perfecto.” ✨


Cuando dices: “Pongo el futuro en manos de Dios”, en realidad estás renunciando al tiempo. Estás soltando la línea imaginaria que va del pasado al futuro, y entras en el único momento donde Dios está presente: ahora.


El ego proyecta su miedo hacia adelante para asegurarse de que nunca experimentes la paz en este instante. Te mantiene pensando en lo que vendrá, en lo que falta, en lo que hay que resolver. Pero cuando entregas el futuro a Dios, dejas de alimentar esas proyecciones y abres la puerta del instante santo.


En ese instante, la indefensión se vuelve natural. Ya no necesitas armarte contra nada porque reconoces que no hay “nada más tarde”: solo este momento, lleno de Amor.


Es como si Jesús susurrara:


“Descansa aquí. No corras hacia mañana. El milagro ya está contigo, ahora.”

💫 Entonces esta lección no es solo confianza en un futuro guiado, sino la práctica concreta de entrar en el instante santo, donde ya no falta nada.


Feliz día.

Iciar

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