En ocasiones cuando pido guÃa lo único que escucho es:
SonrÃe.
Esta respuesta se ha convertido en algo asà como una llave maestra que abre cualquier puerta.
En ocasiones me enfado ante la aparente sencillez de esta invitación, pero siempre que estoy dispuesta a dejarme llevar, veo que eso era justo lo que necesitaba.
Mi ego quiere entender.
Quiere respuestas.
Le gusta dar vueltas a los mismos temas una y otra vez.
Es el maestro de la complejidad.
Lo sencillo se le atraganta. No puede digerirlo.
Pero la sencillez creo que es el lenguaje del alma.
El EspÃritu es como un niño juguetón y alegre que no necesita palabras, grandes conceptos, o discusiones intelectuales.
Sólo quiere jugar.
Deleitarse ante cada cosa.
Perderse en el Ahora.
Hace un tiempo pedà una oración. Lo que surgió fue esto:
Cierra los ojos. SonrÃe. Ya estás ahÃ.
¿Puede ser tan sencillo?
Quizás sÃ.
Quizás todo lo que tengamos que hacer, como dice Kenneth Wapnick, sea acordarnos de sonreÃr.
Porque sonreÃr silencia al ego.
Y en ausencia de ego solo hay felicidad.
Hoy al sentarme a escribir e internamente decir: "Tú diriges", lo que surgió fue esta sencilla invitación:
SonrÃe.
Y a continuación pude notar como las comisuras de mis labios dibujaban esa media luna.
TodavÃa está presente mientras escribo esta nota.
¿Y si realmente todo lo que necesitáramos recordar es esa sonrisa?
¿Y si cada desafÃo, cada aparente problema, cada conflicto o falta de paz fuese simplemente una invitación a acordarnos de sonreÃr?
¿Una llamada a expandir esa sonrisa?
Dice el Curso que la iluminación no es un cambio, es un reconocimiento.
¿Y si ese reconocimiento fuese sonreÃr?
Cierra los ojos. SonrÃe. Ya estás ahÃ.
Feliz dÃa.
Iciar